Es un día de verano, los indios están situados en el territorio de enfrente, ella es parte de esos cowboys valientes que disparan a matar para imponer la ley del blanco. La acompañan dos valientes más que, desde el amanecer, efectúan disparos sin cesar y gritan al ver otro salvaje aparecer. El calor es intenso, pero la batalla debe ser dada sin tregua, a matar o morir, no son débiles mujeres, sino mujeres que buscan lo que sueñan, que persiguen recuperar su territorio. No están solas, a su lado, el líder de la banda les entrega otra arma para asesinar a esos indios que surgen tras el follaje, son infinitos, mueren muchos y aparecen muchos más, pero no desmayan en su intenso trabajo y lucha. El calor, la sed y el hambre no existen. La lucha armada continúa hasta el caer de la tarde, cuando mamá los llama para irse a bañar, y ellos deciden dar fin a la batalla con la rendición con bandera blanca por parte de los indios, claro está, y los tres cowboys se retiran satisfechos con la tarea cumplida, dejando de fondo el escenario que es el patio de su casa.
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