Uno
tendría que saber leer indicios. De las dos veces que Marcos estuvo en
casa, en la primera, hizo algunas cosas que marcarían su forma de
proceder. Sucedió un miércoles por la mañana, más exactamente el 8 de
junio. Cuando estaba preparando el mate que íbamos a tomar, me dijo que
lo estaba haciendo mal. Le propuse, entonces, que lo hiciera él. Si
alguien es capaz de decirte que hacés mal un mate de entrada, seguirá
haciendo lo mismo de ahí en adelante, no lo dudes. De hecho, en ese
momento, le dije que me hacía recordar a otro sujeto anterior que me
decía que lavaba mal los platos. En ese momento, fue cuando él se
despegó de esa imagen nefasta diciendo que él no era así Cuando alguien
se quiere separar por la negativa en lugar de mostrarlo con acciones, es
porque es realmente igual a eso de lo que quiere alejarse.
Luego,
mientras charlábamos, me dijo que a veces las cosas no se dan, que hay
que esperar un tiempo, que ya le había pasado de tener mucha atracción
con una chica y que no fuera el momento. Era la mejor forma de decirme
que me iba a torturar al cansancio, que su manipulación era solo para
que trabajara e hiciera las cosas por él y que, además, lo cubriera
siempre. Le dije que me había pasado una vez que alguien me manipulara
bastante tiempo y que después dijera que yo me había confundido y se
hizo el tonto.
Alrededor de las 12 del mediodía, le
dije que tenía que ir a almorzar con mi papá, a quien veía bastante poco
porque vivía en Posadas y venía de vez en cuando a Buenos Aires para
vernos o, tal vez, para verla a ella, ya que solo las ciudades eran sus
grandes amores. Y Marcos me dijo que yo prefería a mi papá. Es claro que,
en ese entonces, hubiera deseado quedarme charlando con él, pero no me
arrepiento de haberme ido. Fue una de las últimas veces que comí con mi
papá mientras veíamos El zorro, programa del que casualmente los
dos eran fanáticos. Y menos me arrepiento si alguien me da a elegir,
aunque sea en broma, entre mi padre o él porque eso es un signo de
posesión, del mismo modo que lo es mandar mensajes a las 11 y media de
la noche para ver cómo la está pasando uno en una reunión, mucho más si
tenemos en cuenta que sólo éramos compañeros de trabajo. Después, me
reclamaba a mí que le hubiera mandado mensajes a cualquier hora de la
noche por motivos tontos. Él siempre olvida lo que quiere olvidar.
Nunca
entendió que nunca fui suya y que mucho menos lo seré. De nadie. Jamás
seré de nadie. Así se lo dije a mi papá en una de esas veces que
discutíamos y me dijo que yo era suya, creo que le daba placer mezclado
con orgullo saber que su hija daba batalla por lo que pensaba. Ahora,
creo que sus provocaciones eran una forma de entrenarme contra el mundo,
de sentir que su hija jamás se iba a dejar dominar, como tampoco nunca
lo había dejado él.
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