Es domingo. El sol da la sensación que no va a salir, pero últimamente, además de andar yo algo perdida, el clima también lo está.
Tengo dos objetos que me regaló Marcos: un par de aros y la copia de una película. Él entiende poco del amor, de las mujeres, de varias cosas. Los dos regalos me los hizo en momentos en que estábamos distanciados. La película me la dio de la manera más oculta posible para desearme feliz cumpleaños el año pasado. Nunca la vi, tampoco es que sea fanática de esa como para verla más de una vez. Pero los regalos masculinos muchas veces son así, un poco inexplicables. Recuerdo que habíamos estado casi todo el día juntos, sin hablarnos, hasta que en cierto momento me dijo que le hicera recordar que tenía algo que decirme. Estábamos en un tren regresando, se lo recordé y me dio a escondidas una película y me dijo que era mi regalo de cumpleaños. Él, como siempre, procuraba que nadie pudiera hablar luego de lo sucedido como si estuviera cometiendo un crimen.
El segundo regalo fue al volver de un viaje, un par de aros de libélulas. Debo confesar que yo jamás hubiera elegido ese par por falta de colores, pero mi mamá perfectamente lo hubiera seleccionado. También, me lo dio a escondidas, como todo lo que hacía conmigo, todo era tapando algo que no existía, algo que en su imaginación sería potente.
Recuerdo haberle dicho una vez que un tipo que me había boludeado le había dicho a su novia que entre nosotros había habido algo, lo que en su momento me molestó infinitamente porque no era cierto. Y Marcos me dijo que sí hubo algo, aunque no hubiera pasado nada.
Es en esos momentos en que creo que los hombres creen mucho más en los cuentos de hadas que las mujeres. Para mí, lo que no es palpable, visible o perceptible de alguna manera por algún sentido que lo reconozca como tal no existe. O, tal vez, sea mi formación como científica que, aunque se me escapen algunas creencias en meigas, trasgos o premoniciones, reconozco firmemente que esa es mi parte cultural, parte de la que no puedo separarme porque sería alejarme de mi identidad y no quiero, soy esto, una digna hija de Galicia y de Asturias que cree en muchas cosas que no se ven, menos en Dios, eso me lo ha quitado mi formación científica.
Yo creo que Marcos cree en muchas cosas más que en fantasmas, cree en príncipes azules y doncellas abandonadas a la que hay rescatar, como si viviera en sus tres años aún o como si quisiera ser una pésima imitación de don Quijote.
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