Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).
F(h) Consultora en PYMES y ONGs
miércoles, 19 de diciembre de 2012
martes, 4 de diciembre de 2012
Regresos
Hoy, volvió, como lo hace a cada tanto. Vino en la forma que tenía cuando yo era chiquita y recuerdo que me decía algo importante, algo importante que no consigo recordar qué era.
¿Cómo supe que era él hace 20 años? Porque llevaba su ambo celeste y el pelo un poco más largo, solo un poco, ya no tenía mucho pelo. Porque salía del baño de mi casa riéndose como se reía cuando jugaba conmigo. Y me decía algo importante.
Será que nunca se fue, que estuvo siempre, incluso, mucho antes de haberse ido. Hace dos años empecé a regalar budines para la navidad a gente que quiero. Pero, este año, tuve la idea de hacer pan dulces. Mientras el sábado amasaba, se vino a mi cabeza la imagen de mi papá con su ambo celeste una tarde de un 24 de diciembre subiéndose a la camioneta para repartir pan dulces por Posadas a conocidos y amigos. Él estuvo ahí siempre y no lo supe porque, muchas veces, están en silencio o lejos y solo vemos sus ejemplos.
Ya no le puedo decir que soy lo que soy en parte por él. Ya no sabré lo que me dijo en el sueño.
Lo único que sé es que hoy volvió, volvieron. Después de él salir del baño, aparecía Cuqui desde la cocina corriendo.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Muñeca brava
Desde Sor Juana hasta acá, ha pasado mucha agua debajo del puente. En el siglo XVII, ella ya planteaba en sus poesías que las mujeres no eran solo belleza, tenían otras cualidades. No eran el objeto que describían autores como Góngora o Quevedo: sus dientes no eran perlas, sus cabellos no eran oro, sus labios no eran un rubí.
Sin embargo, aún hoy cuesta que muchos (tanto hombres como mujeres) entiendan que no somos un objeto. Estudiando algunas cosas básicas sobre el derecho, me topé con el tema de la capacidad de la mujer en el matrimonio y cómo evolucionó de ser una completa incapacitada a poder adquirir sus bienes y recién en el año 87 se plasmó la patria potestad compartida, la fijación conjunta de domicilio y la elección del nombre de los hijos.
Durante mucho tiempo fuimos ese objeto que pasaba de las manos de un padre o un hermano a un marido. Pero no solo nosotras. También los niños. Recién con la Convención de los derechos del niño se los empezó a considerar sujetos de derecho, ya los padres no pueden hacer lo que quieren con ellos. En el año 94, se le dio estatuto constitucional, por lo cual, nuestro país debe cumplirla. Una de las principales cuestiones es el derecho a ser oídos en todo lo que respecta a su formación e incluye el concepto de capacidad progresiva: un niño no es incapaz porque no es un objeto, sino un sujeto, la diferencia es que tiene capacidades diferentes según las edades y hay que escucharlo atendiendo a su maduración.
Nada de imponer nada. Las mujeres históricamente pasábamos de ser objeto-niño a ser objeto-mujer. Si culturalmente estábamos condenadas a ser objeto, es lógico que la violencia se justificaba porque siempre iba a haber alguien que tuviera el poder sobre nosotras y nuestros cuerpos. Es muy difícil sacar las raíces culturales más profundas que llevan siglos arrastrándose. Porque, aunque muchas cosas han cambiado (eso nadie lo puede negar), esa violencia de género o ese maltrato infantil arrastran con concepciones formadas durante siglos. Son capas y capas de polvo que cubren nuestra historia.
Aún hoy, muchos maltratadores no son condenados socialmente porque siempre es la mujer "la loca que lo provoca", "una histérica que lo persigue" y muchos no entienden que la violencia psicológica puede ser aún peor que la física. Las marcas no se ven, pero ahí están.
Confío en que de a poco las mujeres y los hombres también irán cambiando estos patrones culturales en sus hijos, irán enseñándoles que tienen derechos, que pueden reclamar, que tienen voz, que pueden gritar. Y, sobre todo, señor Freud, que nuestra sexualidad no se configura desde la falta de un pene porque nacimos completas, mujeres enteras.
viernes, 16 de noviembre de 2012
34
Hay gente que nunca puede dejar de ser una sombra acompañada de su sombra. Sin quererlo, Marcos estaba nuevamente allí, lo raro es que estaba en un espacio que nunca le fue propio, del que siempre fue un ser extraño.
Pero allí estaba y no pude evitar sentir desprecio, el mayor que puede existir en el mundo porque no entiendo que pueda existir un ser tan despreciable, que daña, que mina las vidas ajenas tan impunemente y a la que la vida le sonríe.
Marcos es un pitbull, lamentablemente, es el nombre que les dan a los violentos que sociabilizan con el mundo y que el mundo adora. Son seres de baja autoestima, que tienen una relación de igual a igual con sus parejas, pero que se sienten tan poquita cosa que tienen que destruirlas. Son pitbulls porque muerden y les cuesta soltar a la presa. Así es Marcos, el violento silencioso, que nadie nota.
Y es oscuro. Un ser muy oscuro. Un ser sombrío. Una pobre negra sombra.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Repudio
Así, se encontraban las baldosas que colocaron frente al colegio esta mañana. Cuando me enteré de que estaban manchadas, pensé que podría haber sido alguna pintada que las había manchado accidentalmente, pero es claro que no. Fueron tapados los nombres.
Hay algo que algunas personas deberán entender y es que se pueden asesinar cuerpos, ocultarlos, desaparecer papeles y pertenencias, pero que nunca podrán borrar nuestra memoria.
viernes, 9 de noviembre de 2012
33
En qué momento nuestros muertos comienzan a convertirse en un sueño. Cuánto tiempo debe pasar para que pensemos en ellos y dudemos de si fueron reales o si nuestra imaginación los creó, inventándoles un pasado común con el nuestro.
A veces pienso en papá, y me pregunto qué tan real fue. Trato de buscar historias que me haya contado para reconstruir su vida, saber que estuvo allí. Pero me doy cuenta de que, lamentablemente, sé muy poco, de que me cuesta reconstruir muchas partes, ni qué decir de reconstruir sus sentimientos.
Creo que se apartó del mundo para protegerse y no se dio cuenta de que se le escurría de las manos. Fue libre, infinitamente libre y, tal vez, todo lo que sucedió fue el precio de haberlo sido.
Seis meses después, puedo decir que su imagen se está desdibujando, aunque lo siga viendo en el espejo cada día, aunque retorne de la manera más insólita.
¿Fue real? No lo sé. No sé qué tan real era lo que me mostraba de sí mismo, no sé si conocí al Daniel verdadero y nunca lo sabré.
jueves, 8 de noviembre de 2012
8 N(o voy)
Mi mamá siempre fomentó la memoria familiar y, en sus relatos, era imposible que no se filtrara la historia. Creo que no en vano tuvo una hija que se dedicó a la Literatura Española y un hijo historiador. De algún modo, sin haber estudiado, siempre supo que los sujetos estamos marcados por nuestra historia, por nuestro tiempo, por nuetra familia, por nuetras condiciones sociales, etc.
En sus relatos sobre su infancia, se colaban historias de la Guerra Civil relacionadas, por ejemplo, con la aparición de un señor con barba y andrajoso en la casa de doña Justa, su abuela, pidiéndole un plato de comida porque venía de la guerra y estaba con hambre. Su abuela le dijo que pasara, que si su hijo tocaba la puerta de alguien en ese momento querría que le dieran de comer. Su hijo era mi abuelo y fue, luego de esa respuesta, que el señor barbado le dijo "madre, ¿es que acaso no me reconoces?". Con historias como esa, se iban mezclando los miedos de atravesar por el monte porque estaban los que huían de la Guardia Civil, tiempo después supe que eran la guerrilla que quedaba allí; Doña Justa escuchando la pirenaica, radio que con el tiempo supe que era del PCE; las cartillas de racionamiento; la maestra franquista y creo que podría seguir.
Cuando uno va haciéndose mayor, se da cuenta de que es parte de la historia porque recuerda mucho de lo que algún día aparecerá en los libros de texto. De mi infancia podría recordar las épocas en que, con Ale, jugábamos a vender la mercadería de San Carlos y usábamos la lista de precios, lista que por ese entonces, modificaba todos los días los números. Si un día sabíamos que la chipa valía un austral, al día siguiente, estaba a tres. Y los valores que doy no son figurados, son reales. Ya un poquito más grande, recuerdo haberme asomado varias veces por la ventana de mis papás y leer una pintada en la esquina que decía "Menem, no al indulto" y todos los días me asomaba para leer eso a ver si llegaba a entender qué era lo que me quería decir porque desconocía el significado de la palabra.
Con los años, ya en Buenos Aires, diez mil australes se tranformaron en un peso y los miércoles se instalaron como los días de movilizaciones, Norma Plá a Cavallo lo tiene que matar dice la Bersuit. Había muertos y atentados por doquier. Recuerdo que el día en que explotó la Embajada de Israel estaba jugando en la terraza de Carolina Monzón, una compañera del primario que vivía en Alsina y San José. Y, cuando reventaron la AMIA, era el día de cumple de mi hermano y mi papá llegaba ese mismo día de un viaje a España. Mi infancia y secundaria fueron así. Incluso, mis comienzos en la facultad. No olvidaré nunca aquel día de diciembre en que mientras esperaba que llegara el 37 para ir a rendir el final de Sociedad y Estado a Ciudad Universitaria me enteraba de que Lino Oviedo estaba en el sur.
Al poco tiempo, tuve la mala idea de votar a De la Rua y, poco después, mi barrio se convirtió en un auténtico campo de batalla, de día y de noche. El 20 de diciembre de 2001, al mediodía, se iba a hacer una movilización por la represión del día anterior. Fui a hacer las compras con mi mamá, quien creo que me llamó para que fuera hasta su negocio a propósito y me dijo "no vayan, va a haber muertos". Le dije, con mis tiernos 19 años, que no iba a pasar nada, que esas cosas en Argentina ya no pasaban. Su respuesta fue "soy más vieja, esto ya lo viví, en este país siempre terminan las cosas igual". Al llegar a casa, mi hermana y la novia de mi hermano no estaban y tuve que esperarlas poco porque vinieron corriendo por la bajada de Solís, corridas por los gases lacrimógenos y consiguieron meter a otra piba que andaba perdida en casa. Mientras, mi hermano andaba corriendo de Plaza de Mayo a Congreso, y un vecino ponía desde la calle a todo volumen el Himno cantado por Charly. Creo que fue la única vez que sentí que vivía un momento histórico. Tal vez, debería haber escuchado a mi madre, quien con tanta claridad supo relatarme sus miedos aquel día en que se enfrentaron azules y colorados, y ella con el miedo que le tenía a los milicos por culpa de Franco, solo supo eso, que sentía miedo.
No voté a Néstor. No la voté la primera vez a Cristina. En este país, hemos llegado a comprar con dinero del estanciero, a vivir del trueque, a poder sacar 200 pesos por semana del cajero. Hubo asesinatos durante el período menemista, se profundizó la desigualdad social, muchos se cayeron por completo del sistema. Puede ser que un plan no resuelva situaciones, es cierto, pero el plan es un modo de empezar. El Argentina trabaja, por ejemplo, que les da un empleo y los califica para formar sus propias cooperativas. A los que piden que la prestación sea si trabajan, ahí la tienen, ya no se quejen más. La Asignación Universal por Hijo incluye a los niños más pequeños, que no son ni más ni menos que el futuro del país en el sistema educativo y en el de salud. La prestación se da a cambio de que el niño tenga DNI, estudie y cuide su salud. Gracias a los Kirchner, también, pude ver a un montón de hijos de puta sentados en el banquillo de los acusados y la recuperación de centros clandestinos de detención como espacios para la memoria. Además, si Vanesa, mi compañera de cole, quisiera casarse con Mariana en Buenos Aires, podría hacerlo porque ya tienen su derecho por ley.
Digo todo esto sin ser kirchnerista, hay cosas que no me gustan también. Pero siempre pienso que es mejor que la mayoría tenga algo antes de que mi bolsillo se llene un poco más. Será que mis padres me enseñaron a compartir y que, en mi mesa de Navidad, siempre mi papá sentaba a algún viejo solitario en la mesa.
En este país, todos tenemos derecho y obligación de votar presidente cada cuatro años. Cristina fue electa por la mayoría, no es una tiranía, no es una dictadura. Y estaría bueno que empezáramos a pensar que la ley de medios debe ser cumplida por el simple hecho de que manejar la opinión pública hace que un grupo maneje los intereses a su gusto. Así como ahora muestran todos los cacerolazos, no voy a olvidar que los que se le hicieron a Duhalde nunca los transmitieron y yo los oía, me despertaban por las noches, me levantaba corriendo para ver TN, canal en el que en aquel entonces creía, y siempre estaban hablando de otra cosa.
Creo que el principal motivo para no ir es, simplemente, no ser cómplice de Clarín, que bastante pronturario sucio tiene.
martes, 6 de noviembre de 2012
sábado, 3 de noviembre de 2012
Pido gancho
Es la segunda vez que tengo que publicar en este blog algo que no va acorde a lo que suelo escribir.
Me llegó un comentario de un tal Mariano Barreto, que ni siquiera creo que sea alguien de verdad (ya que su blog se creó en noviembre de 2012, o sea, entre el jueves y esta mañana), que me decía un chusmerío y me quería usar de puente para que cague a cierta gente. A ese fulano, le digo:
1. La vida privada de la gente me trae sin cuidado. Como dice mi vieja, "cada uno hace de su culo un pandero y lo toca como quiere".
2. No soy garca. Intuyo que quien escribió me conoce de algún lado, sabe o cree saber algo de mi vida, se maneja en algún ámbito en común conmigo, sabe que tengo un blog, etc. Lo que no sabe es que modero los comentarios, nada sale publicado sin mi consentimiento. Tampoco sabe que soy incapaz de joder a nadie. Si tengo un problema con alguien, se lo digo, no me escondo detrás de una computadora queriendo usar a otro para que haga lo que cobardemente no puedo hacer.
3. Si quisiste a alguien en algún momento, debés querer y custodiar su recuerdo. Hay cosas que, para mí, son el pasado. Y los inconvenientes que haya tenido o dejado de tener con la gente son tan personales como esto que me decías en el comentario. Sería incapaz de dañar a nadie, mucho menos a gente a la que quise, sería como joderme a mí misma. Y lo digo por las dos personas a las que mencionás.
4. Querías generarme odio, pero lo conseguiste contra vos, que no sé quién sos. Pero seguramente tenés una vida muy miserable y pequeñita como para andar perdiendo tiempo queriendo joder a otra gente. Probablemente, no tengas nada más que hacer que correr detrás de la felicidad ajena para pisotearla.
5. No borré tu mensaje, aprendí a guardar pruebas. Además, soy profe de lengua, me voy a entretener analizando el léxico empleado y viendo la forma de escritura. Escribís mejor que la media, sabés poner tildes en palabras que no muchos saben. Abriré el oído para ver quién repite a mi lado el mismo tipo de vocabulario.
6. Estaré prevenida. Quien jode una vez, jode dos veces.
7. Buscate una vida. Es breve, es bella, hay un mundo por conocer.
Por último, te deseo que seas muy feliz y que aprendas a pensar antes de actuar.
lunes, 15 de octubre de 2012
Espejito rebotín
Esta mañana, paseando con Galán, vi una pintada en el suelo del Congreso que dice "Kretina forra". Automáticamente, lo que me puso de mal humor fue la falta de argumento. En estos tiempos que corren, eso ya no existe. Está bien, alguien podrá decir que es una pintada, pero las pintadas también pueden condensar crítica inteligente en breves frases. A Cristina, le han cambiado el nombre y, por lo que veo, ahora también el apellido. Y es que, cuando uno no tiene nada para decir porque el problema que existe es que está cargado de odio contra alguien (y que probablemente no sepa cuál es su causa), agrede.
Cuando éramos chicos y alguien nos insultaba, le decíamos "espejito rebotín" como para devolverle lo que nos decía. Ya de grande, cursando en la facultad, la profesora Silvia Delfino nos dijo en la primera clase del práctico de Teoría y Análisis Literario, que ella estaba realizando un análisis sobre el insulto y agregó "insúltenme, si quieren, no me molesta, cuando uno insulta no hace más que hablar de sí mismo". Y es que hay gente que acumula odio y las expresiones de este son el silencio, el insulto, es decir, cualquier expresión de la violencia. Y esta es un arma de la pasión, no de la razón.
Sería mucho más pacífico convocar al diálogo, bajar las armas y sentarse a pensar. Es tan simple como lo dice la canción "cantor, si nada dicen tus versos, para qué vas a callar al silencio" o, como dice mi mamá, no hay mejor palabra que la que se está por decir.
domingo, 14 de octubre de 2012
32
¿Cuándo supe que yo era yo? Supongo que el nacimiento de Luna me terminó de confirmar algo que venía elaborando. Fue un proceso entender que no pertenecía a mi familia, sino que tenía una familia de pertenencia, pero que, finalmente, quien debía regir mi vida era yo.
Supongo que lo supe tarde, pero que cobré conciencia cuando vi que era capaz de llorar de felicidad en un colectivo, que nadie pensaría nada de mí, que no había nada de malo en ello. Fue la primera de muchas veces que lloré en público y fue la que me hizo pensar que estaba viva independientemente de mi núcleo familiar.
La educación lo hace a uno de un modo determinado y sé que la que recibí se correspondía a una educación decimonónica. Y, sin embargo, siempre que hice algo que cuestionaba lo que me habían enseñado, por muy pequeño que fuera, siempre papá me lo reconocía con orgullo y como si fuera lo más normal y lo más esperable de mi parte, aunque no lo manifestara con palabras.
Recuerdo, por ejemplo, que siempre que iba a verlo, mi mamá me decía que me arreglara para que me viera linda. Y a él le daba igual cómo me vistiera, él no podía evitar verme linda. La primera vez que me corté el pelo muy corto mi mamá me dijo que a mi papá le gustaba que las mujeres tuvieran los cabellos largos, que le parecía eso lo más femenino que había. Sin embargo, siempre que me lo corté recibí elogios de su parte, como si transgredir sus nociones de femineidad, hiciera que me viera mejor.
Él admiraba en mí mi libertad, la que fui consiguiendo desde que supe que yo era yo. Creo que es por eso que nunca intentó someterme excesivamente a su voluntad. Entiendo que el temor paterno que sentía, algo así como el temor de Dios que nos enseñan en la religión, se fue diluyendo cuando vi que él sabía mucho más de mí de lo que yo le pudiera decirle. Cierta vez, emprendí un viaje para conocer a alguien, era un viaje que infringía todas las normas familiares implícitas que pudieran existir, quizás, el viaje que me dio más libertad a la hora de decidir. Pasado un tiempo, decidí volver, pero debía explicarle el porqué de mi retorno a él para que pudiera entender que volviera al mismo lugar en tan poco tiempo y, mientras sorbía el caldo de su comida y sin sacar los ojos de la cuchara, me dijo que ya lo sabía y que esperaba que me fuera muy bien.
Es raro caer en la cuenta de que no volverá y mucho más raro es no poder decirle que lo entendí, que tarde, pero que entendí lo que pensaba de mí. Es tan raro como saber que estuvo ahí para salvarme de Marcos y que lo hizo del modo más impensado que fue tirándome a su brazos, dándome la posibilidad de que viera con mis propios ojos qué clase de persona era. Creo que es su modo de enseñarme las cosas, ir acompañándome para que lo experiemente, del mismo modo en que alguna vez me hizo que le sujetara la malla para comenzar a nadar y que, una vez finalizada su tarea, me dejó hacerlo sola bajo su atenta mirada.
Ahora, es el momento de nadar sola bajo su atenta mirada.
31
Yo ya no quiero, pero Marcos aparece igual, aunque sea por medio de su sombra que, evidentemente, no puede ser más que una pobre sombra. Por suerte, no es solo él que aparece, incluso, me he acostumbrado a su existencia después de mí, después de eso que hubo que no sé bien qué fue, pero que a veces siento que no existió. Hay gente que no entiende que tomar partido en estos casos es una tontería, que tarde o temprano el mar se calma y mueren en él los que quisieron sacar la ganancia en la época de tormenta.
Quienes han vuelto son mi papá, quien creo que en realidad aún no se fue, y mi adorada Yaya. Ella volvió no sé muy bien para qué, pero me la trajo la memoria. La última vez que estuvo tan presente fue por medio de sueños y sé que, de algún modo, me condujo al lugar en el que estoy. Y ahora está aquí una vez más, quizás, porque se va encontrando en mi pasado con la gente que ya no volveré a ver. Recordé sus grandes tazones de leche, las magdalenas, sus batones, las tardes jugando a Grandes Valores del Tango y, claro, las noches en que me dormía diciéndome los números en euskera.
La primera vez que ella volvió a mí fue en un sueño, como ya dije, y terminé decidiendo, impulsivamente, como casi siempre, estudiar su lengua. Comenzar a aprender lo que ella había ido olvidando de a poco. Y lo hice. Y la primera clase, cuando conté que me dormía diciéndome los números, la profesora repitió esas palabras que hacía más de veinte años que no escuchaba y no pude evitar volver llorando a mi casa.
Quizás, haya vuelto porque sabe que la necesito, que necesito que vele por mis sueños, que necesito que me enseñe a seguir siendo niña aun siendo grande, que me enseñe a contar hasta diez y no para dormir, sino para volver a mí, para dejar que pase el agua abajo del puente, para tener paciencia hasta que Marcos se diluya en su propia existencia, para correrme de él y de su pobre sombra.
lunes, 8 de octubre de 2012
30
Ayer, me di cuenta de que todavía estoy a tiempo de recuperar algunas cosas, aunque más no sea por poco tiempo. Recibí un mensaje de mi padrino por medio de mi hermana y supe que él es uno de los que me quedan para transmitirme cosas de mi viejo, para ser un poco el mío también.
Si bien llevamos mucho tiempo sin vernos y sin una relación constante, mando decirme que me quiere y que está orgulloso de mí. Y no quiero que se me escape. Por mucho tiempo, estuve enojada con él por sus ausencias y, quizás, no entendí lo que ahora entiendo, que no fueron educados para demostrar amor, sino para resistir la vida.
A veces, resistir y combatir los momentos duros exige hacerse fuerte, ponerse una coraza y arremeter contra lo que suceda. Mi papá era así, solo pudo decirle a mi hermana, sobre el final, que me quería y creo que no hubiera podido decírmelo a mí porque nunca nadie le enseñó a hacerlo.
Pero meu padriño está acá, a pocos pasos. Es la otra persona que me llamaba con una palabra en gallego. Así como mi papá me llamaba cativa, él me decía pitusa. Ambos modos para referirse a los niños.
Creo que estoy a tiempo de rescatar de las cenizas lo que me queda de mi papá, lo que me queda de Galicia. Quizás, no estaría mal, emprender mi viaje hacia Pontevedra para conocer su mundo.
domingo, 7 de octubre de 2012
Tan joven y tan viejo
Este mes, en tres días tan solo, se cumplen ya cinco meses sin mi papá. Y se me está confirmando algo que siempre pensé y es que uno en la vida se va cruzando con gente similar a otra, que nos trae a alguien del pasado.
Hace un mes, estuve en una reunión en la que había un chico vasco. Ese día, salí muy asombrada de su gesticulación porque nunca pensé que el modo de mover los brazos al hablar fuera cultural. Verlo a él, era volver a estar conversando con mi viejo en su departamento.
Ayer, tuve la oportunidad de cruzármelo de nuevo y las similitudes fueron más. Vino con la misma edad con la que llegó mi papá a Buenos Aires. Este muchacho, en cierto momento, empezó a decir que es muy duro encontrarte en un país en el que no conocés a nadie y no pude evitar volver a mi papá, que decía que él había llegado un 24 de diciembre a un lugar que ni siquiera sabía qué era y que terminó el primer día en la provincia de Buenos Aires. La diferencia es que mi papá, si bien se lamentaba, tenía algo de familia a la que recurrir. Mi papá vino temporalmente al igual que este muchacho y terminó quedándose. Él quería pasar por Cuba, en realidad, creo que tenía un espíritu aventurero inmenso y que el mundo siempre le resultaba pequeño, pero se enamoró de esta tierra y ya no pudo evitar quedarse.
Ambos se parecen en el modo de contar historias, es imposible no reírse. La diferencia, y no porque sea mi papá (o tal vez por eso), mi viejo era mucho más gracioso, incluso, se reía mientras contaba la anécdota. El modo de recibir gente y de ser hospitalario, en eso también coinciden. Además,este pibe se queja de que lo llamen "gallego" siendo vasco y mi papá se quejaba de que llamaran así a cualquiera no nacido en su Galicia. Los dos hablan (o hablaba mi papá) de su lengua con orgullo y de su tierra con amor profundo.
Por supuesto que, cuando hay muchas similitudes, también hay diferencias. Mi papá siendo nacionalista como era votaba al PP, se reconocía de derecha y franquista para cerrar ese título de derechoso con todos los méritos y honores. De hecho, cuenta la leyenda familiar que, cuando fuimos al valle de los caídos, mi progenitor nos habría dicho que besáramos la tumba del Generalísimo. Nunca me supieron decir qué fue lo que hice, pero intuyo que siendo tan papera como era fui y la besé sin saber lo que hacía.
La muerte nos abre otra instancia para conocer a la gente. Uno siempre ve a los padres llenos de seguridades y de certezas, cree que siempre tuvieron la madurez suficiente para hacer lo que querían, que no tuvieron miedo al irse tan jóvenes de su país y atravesar todo un océano en barco. Y, si para mí toda la vida mi papá fue un hombre alto, grande, seguro, ahora muchas veces pienso hasta qué punto cuando llegó no era un hombre niño con sus inseguridades a pesar de todo, con sus deseos de devorarse el mundo. Me da cierta ternura ver a este chico y reconocer algo de mi papá en él, descubrir que alguna vez el gallego fue joven, con ganas de vivir y que dejó su aldea atrás porque en un punto le quedaba pequeña, aunque en ella cupiera el mundo.
Una vez, ya dije que al morirse él se murió Galicia, sentí que me quedaba huérfana de tierra, que me arrancaban las raíces de ese lado del mundo sin más. Y es que hay seres que llevan consigo adonde vayan todo lo que aman, porque lo llevan en sus labios, te lo construyen con palabras. De algún modo, si bien él nunca regresó definitivamente a su tierra, creo que tampoco nunca se fue de ella. Nadie deja nunca a quien ama ni el lugar que ama, por eso, fue reinventándose su mundo en la Avenida de Mayo, mi pequeña Galicia como yo la llamo.
Y es cierto que los días porteños como el de hoy, tan lluviosos y grises, me viene la morriña de los días pasados, de su lengua, de su tierra, de sus gaitas. Y ya son cinco meses de ausencia, de una ausencia que crece a medida que voy completando su cuadro. Verlo joven y lleno de vida por medio de otra persona que me lo trae inmensamente, aunque no esté aquí me hace reconciliarme con el pasado, con lo que nos unió. Porque si algo debo agradecerle a este pibe es cómo me lo devuelve, aunque él no lo sepa, tan joven y tan viejo like a rooling stone.
"Así que, de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a rolling stone".
PD: no sé por qué desde que se murió Sabina me lo recuerda tanto.
sábado, 6 de octubre de 2012
29
Llueve. Luego de la larga de noche de insomnio, me levanto para ir a la facultad y, mientras tomo mi café, escucho algo de bossa nova y las lluvias repiqueteando en el techo del patio trasero.
Pocas cosas son más bellas que la lluvia. Siempre te bendice y te trae aires de cambio, te lava o, para decirlo en términos más actuales, te reinicia el sistema. Marcos se fue, por suerte, aparece de vez en cuando en mis sueños, pero intuyo que es mi miedo de que aparezca nuevamente, no quiero pensar más en eso.
La lluvia me hace pensar en esos lindos versos que vinieron a mi mente el día que papá falleció "están as nubes chorando por un amor que morreu", creo que esa canción es una de las más porteñas que conozco, creo que Castelao solo podría haber expresado la melancolía de la ausencia desde una Buenos Aires lluviosa, melancólicamente porteña y con esa lengua tan distante y tan propia.
Escribo para traer a papá conmigo, la lluvia también me lo trae. Hoy, vino con pasos suaves, no con la furia del vendaval que tenía en vida. Y creo que no es su única forma de manifestarse. Aparece también en Manuel, en sus gestos, en sus palabras, en sus modos. Y pienso que no está mal recuperar a los seres que amamos cuando se reflejan en otras personas, al fin y al cabo, nuestra vida es una sucesión de caras, con distinta piel, pero con los mismos sentimientos.
Marcos tenía lo peor de papá y es por eso que quiero colocarlo en un barquito de papel, que pienso colocar en el agua de la canaleta y verlo viajar lejos, muy lejos, hasta perderlo de vista. Y quizás, Manuel venga, se aproxime, quizás, no. Pero sé que hay algo diferente en mí, algo que hará que busque lo bueno, que descarte lo opresivo.
Y sigue lloviendo y su recuerdo me acompaña, cada vez un poco más lejano, cada vez más dentro mío. Sé que me da la fuerza y la sonrisa, sé que quiere que no desista. Mi futuro, ahora, es más incierto que nunca y, sin embargo, nunca antes había sido tan feliz.
jueves, 4 de octubre de 2012
28
Cuando era chica no entendía mucho a Serrat, solo con el tiempo fui dimensionando sus pequeñas cosas. Desde hace unos meses, las veo seguido, están ahí.
Un día, a la semana del fallecimiento de papá, una señora me entregó un maletín de él, que él mismo había mandado a buscar para que me lo entregaran. Lo que a él le importaba que me llegara eran unos papeles, pero entre las cosas había un frasco de monedas, de los que solía juntar para mi hermana y para mí y sus pequeñas cosas: un gancho de corbata que le había regalado mi mamá, una cadena que le había regalado mi hermana y unas cartas de ella, unas fotos de uno de mis hermanos. En ese momento, pensé que faltaba algo de mi hermano mayor, pero recordé que me lo había entregado a mí un año antes, unas monedas de cuando su neno había viajado a Inglaterra y había vuelto tan lindo con el pelo largo, como solía decirme. Entre sus pequeñas cosas había unos pasaportes de la madre y algo más. Nada mío, pero, de algún modo, todo para mí.
Todos los meses guardo en ese maletín unas boletas que pago y no puedo evitar abrir el frasco de Palmolive en el que puso las monedas y mirarlas, como si ahí hubiera una parte de la acción que él realizó al colocarlas allí, cierro el frasco y lo dejo en su lugar. Abro su agenda y veo su letra como si allí estuviera su mano realizando trazos, y la cierro.
Todos los meses vuelvo a esas pequeñas cosas para tratar de encontrarlo, para tratar de entender por qué llegó a mí de ese modo.
No solo esas cosas me dejó. En vida, me dijo cuál quería que fuera mi legado: sus libros en gallego y las tazas de su mamá. El libro que quería que me quedara no lo encontré, pero había varios otros. De algún modo, me dejó su lengua, algo que amaba como pocas cosas en la vida, a sus poetas preferidos y una porción de su infancia guardada entre las tazas.
Y está y no, lo abrazo en sueños, le hablo, lo busco, lo escribo y le escribo. Mantengo la esperanza de que me devuelva el libro que le presté algún día y de decirle todo lo que no le dije o de decirnos lo que no nos dijimos y darnos el abrazo que ambos nos debemos.
miércoles, 3 de octubre de 2012
27
Empecé escribiendo esto por un libro que le presté a mi papá, un libro que habla del amor y de la violencia casi en la misma medida. Y me pregunto hasta qué punto podemos cuidar las cosas que amamos y protegerlas de nuestra ira porque, al menos en lo que a mí respecta, solo me causan ira y odio y malestar las personas que amo, no las que pasan de largo.
Quizás, fue por eso que también comencé a escribir sobre Marcos porque escribir muchas veces me sirve para destilarme la sangre, para cortame las venas y que de a pequeños chorros de tinta se vaya lo malo.
Y, de algún modo, Marcos se fue o se está yendo, estoy dejando correr el agua bajo el puente. A él, ya le dije varias veces lo que pensaba y si dije algo más fue por lo que en algún momento lo quise. Pero pienso que así como él me hizo mucho daño, tal vez, también, yo lo haya hecho. Con límites, reconozco que jamás lo perjudicaría en el trabajo, pero hasta qué punto algo de lo que dije no lo hirió.
No lo sé y, probablemente, no lo sepa nunca. Así como nunca sabre si mi papá sabía que lo quise. Estos últimos días ando recordándolo poco y sé que suena raro si escribo sobre él en este momento y no es que mi papá se haya ido con mi escritura. Con él, es el efecto inverso. Quiero escribirlo para tenerlo, para decirle que su ausencia es fuerte, para mostrarle que sigue teniendo motivos para enorgullecerse de mí aunque ya no me lo pueda decir.
El viejo quería conocer algún hijo mío y eso no podrá ser, y luchar contra lo que no puede ser es doloroso.
Escribo porque él nunca leerá lo que escribo porque nunca lo hizo y ya no lo puedo dar vuelta. Decirlo para decirle que acá estoy, que acá está él. Que no sé si lo supe cuidar de mi amor-ira, que sé efectivamente que él no pudo cuidarme de eso, y Marcos tampoco.
lunes, 1 de octubre de 2012
Não me arrependo
Las palabras te influyen como un golpe en el pecho. Prefiero decir "te quiero" o "por lo que te quise" y actuar en honor al amor presente o al pasado, pero nunca en honor al desamor o al odio.
Cuando pronunciamos "odio", "envidia", no podemos menos que sentirnos mal, hacernos daño. Hay quienes creen que sus males son producto de esta última y no ven que pensar que esta última existe es lo que les hace daño. Creer que quieren lo tuyo te daña, te amarga, te hace pensar que estás siendo observado y mal mirado.
Yo era de las que no expresaban simpatías, pensaba que era signo de debilidad. Pero aprendí que para hacer las paces conmigo misma debía hacerlo también con el mundo y que, por sobre todo, debía pensar primero hacia dónde quiero dirigir mis pasos.
Ahora, en este momento, sé que no importa lo que me suceda porque quiero que me importe lo que sucede con el otro, con quienes amo, con quienes necesitan un poco de mi vida, de mi sangre, de mis fuerzas.
Cuando se quiso a alguien nunca fue en vano, cuando se quiso, es mejor siempre actuar en nombre y honor del amor que se tuvo, ser fiel a eso que uno pensó que haría (cuidar al otro), que cometer un crimen contra el pasado de uno y perjudicar a esa persona que fue importante.
Arrepentirse del pasado no nos deja ver cuál es el futuro.
domingo, 30 de septiembre de 2012
El gen de la tragedia
El martes, llamé a mi mamá como habitualmente y no atendió. Me bañé, saqué a pasear al perro y, cuando volvía a casa, llamado perdido al celular por parte de ella. Me dije que la llamaría después porque quería ir a la peluquería antes de que se llenara.
Cuando vuelvo a casa, llamado:
- Hola, ¿estás bien? ¿pasó algo?
- No, nada.
Acto continuo le expliqué la situación.
- ¡Qué alivio! Qué suerte, no pasó nada (se escucha que le dice a Miguel, a quien le debe de haber taladrado el marote).
- ¿Qué iba a pasar?
- Es que como siempre llamas y hoy no lo hiciste.
- Lo hice, te dije que lo hice.
- Es que el teléfono no me marcó nada y pensé que te habría pasado algo.
Hace un rato volvió a sonar el teléfono y, como interrumpió mi sueño, estaba con mi mejor voz de Adriana Varela. Aclaro que ayer no pudimos hablar y no me preocupó porque sabía que se iba de viaje a Galicia.
- Hola, ¿te desperté?
- Sí, pero no importa (mentira).
- Perdón, perdón, ¿estás muy resfriada?
- Más o menos, como siempre.
- ¿Pero pasó algo que hablas así? Además, ayer, llamé antes de salir y dejé un mensaje en el contestador, y me pareció raro que no estuvieras.
- No pasó nada, ¿vos no estabas de viaje?
- Sí, sí, ayer salimos, ahora, estoy en Santiago a punto de volver, después te llamo.
- Dale.
Por qué siempre pensar que me pasó algo trágico.
jueves, 27 de septiembre de 2012
26
Desde que papá murió, los jueves son diferentes, son más míos, son los días más propicios para que las cosas me salgan bien. La gente me sonríe, aunque parezca exagerado, y siento la tranquilidad infinita que me dan esos días ahora.
Es como si él volviera, porque siempre vuelve esos días cuando me despierto. Se instala en mi cabeza, en mi recuerdo, se queda.
Al principio, uno cuenta los días a medida que se pregunta por qué. Con el correr de los días, pensamos en la cantidad de semanas hasta que estas se hacen meses. Cada día 10, pienso si al empezar a contar los años lo iré olvidando de a poco o si seguirá estando ahí. Y me da miedo perderlo, convertirlo en una ilusión, prefiero que siga siendo la negra sombra que en todo se aparece, que viene cargando de recuerdos los jueves, de luz, de bienestar, de soledad y de paz.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
25
Ayer, soñé con papá. Estaba allí dándome unas indicaciones. En el sueño, estaba muerto, claro. Y me miró con la mirada más llena de amor con la que me miraron en la vida, que fue la misma mirada con que se dirigió a mi la última vez, aquella en que le prometí que regresaría a verlo.
Es una promesa que no cumplí, fui cobarde, lo sé. Y tampoco fui a verlo ni a despedirme el día de su entierro. Jamás podría ir a ver inerte a quien para mí era inmortal. Creo que jamás me cuestioné la finitud de mi mamá, tal vez, por tenerla tan cercana en muchas actitudes. Pero de mi papá era impensable que se muriera, al menos, tan pronto. Y, aunque cinco meses antes sabía que esto sucedería, aún hoy, casi cinco meses después de su muerte no consigo creerlo del todo.
Vino en el sueño para decirme qué hacer en una situación en que debía proteger a otra persona. Sé que, de algún modo, él sabía o sabe que puedo cuidar de otros y sé que ahora no necesito de nadie porque a su modo está cuidándome las espaldas. Si alguien se achica ante mí, no puede mirarme a la cara, no puede dirigirme la palabra o se acobarda sin más, sé que en realidad rehuyen de la mirada de él, sé que le tienen miedo a la voz grave que en algún lugar los maldice en gallego por estar metiéndose con su nenita.
Marcos me dijo que me iba a cuidar hasta el día en que él se muriera. Marcos es promesas fáciles. Papá siempre fue corto de palabras que demostraran afecto, jamás me dijo que me cuidaría y, sin embargo, sé que su límite para hacerlo no fue la vida. Sé que algunos, más tarde o más temprano, vendrán desandando sus pasos, pisando sus negras sombras a pedir perdón. Lo que esos algunos no saben es que yo podré proceder como si nada hubiera pasado, pero que no olvido ni perdono.
24
Pensaba que no me lo cruzaría, pero allí apareció. Di un salto, pensé en un primer instante que era el temor que se apoderaba de mí nuevamente, pero no. Lo vi más pequeño que nunca, más pobre que antes, creyéndose el cuento de hadas eterno que se cuenta a sí mismo y que parece nunca acabar.
Fue gratificante no sentir más angustia en el pecho. Supongo que él seguirá pensando que estoy enojada, que vivo muriendo por él. Las cosas que él, ridiculamente, siempre pensó. No sabe que terminó de consumar su muerte, su suicidio lento, por actos como si de una obra teatral se tratara hasta terminar haciendo mutis por el foto. Porque es tan cobarde Marcos que ni siquiera podría representar su propia muerte hasta que el telón cerrara, se levantaría y saldría corriendo para ver si sigue siendo útil en otra representación.
Marcos tiene un alma pobre, poco evolucionada. Pequeñita.
Estuve por huir, hacer que otro le entregara unos papeles que debía darle y me dije que si el traidor había sido él, quien debe bajar la mirada no soy yo. Marcos no puede mirarme a los ojos. Marcos no tiene más palabras para decirme.
Y no es el único. La gente miserable que tira la piedra y esconde la mano, la gente que ríe copando lugares mostrando su majestuosidad mientras trabaja en las sombras, no puede sostener nunca la mirada, no puede ser de sí mismo más que una negra sombra.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Sos tan fashion
Desde hace un tiempo, hay una moda oculta, una tendencia a ser moderno que es ser un revolucionario aburguesado. El clase medio mierda que cree que es de izquierda o que es revolucionario porque repite sin cesar determinados pensamientos, pero que a la hora de actuar prefiere viajes y placeres mundanos en lugar de ocuparse de la realidad, de esa misma realidad que dice que hay que cambiar.
Pero no, no son capaces porque viven en un discurso vacío, viven en su propia caverna mental. Se compran sus remereas de Mc Guevara's o Che Donald's, como dice Kevin, y creen que son tan capaces de ponerle el pecho a la revolución como él. A sus remeras, se suman las del EZLN, las letras de Silvio o de Ismael, etc.
Estos neo fashion terminan banalizando lo mismo que dicen creer porque usar la remera del Che cual slogan y terminar comiendo en restaurantes de moda, pensar en sus viajecitos y en todos sus placeres pequeño burgueses los convierten en eso, en algo de lo que pocas personas hoy pueden escapar.
Estaría bueno que, en lugar de predicar tanto, se dedicaran a actuar. Menos Hamlet y más Macbeth. Sería óptimo que atendieran eficazmente las realidades urgentes de las que cotidianamente pueden ocuparse en lugar de llenarse la boca de palabras que nunca pueden llevar a la acción.
Los neo fashion boicotean el pensamiento que dicen seguir, arruinar al que de verdad piensa y actúa acorde dentro de las propias limitaciones que cada uno puede tener. Sería muy conveniente que el neo fashion aceptara que es un pecho frío de centro al que le conviene la vida tal cual es y no la revolución, esa revolución de la que huirían si en ella tuvieran que pelear.
23
Cuando uno ama a alguien opresivo, tiene ganas de comprenderlo, de justificarlo, de decir que es buena gente. Por lo general, cuando uno pierde un amor que era saludable, puede tener la sensación de estar desorbitado, medio perdido.
Sin embargo, cuando lo que perdés en realidad es una ganancia, sentís que volvés a encontrarte, volvés a ser vos mismo, volvés a respirar hinchándote los pulmones de oxígeno puro. La libertad regresa.
Marcos nunca comprenderá hasta que punto él tenía razón cuando me dijo que no era el hombre indicado para mí. Creo que no puede dimensionar cómo me abrió los ojos y me mostró la verdad. Creo que es el único acto que debo reconocerle como cuasi heróico, el haber podido decirme no soy buena gente para vos.
Tenía tanta razón que comencé a dejar de justificar lo que ni él mismo puede justificar, dejé de someterme a sus manipulaciones, agresiones y malostratos generales.
No quiero ser su caperucita y, la verdad, ese hombre al que veía muy grande y muy valioso, cada vez se encoje más y muestra a tal punto sus miserias que no sabe lo minúsculo que se va volviendo.
No se puede querer a alguien que consigue que dejemos de hacer lo propio con nosotros mismos, al que nos quita la libertad sin siquiera estar a nuestro lado. Él me limitó y sé que yo lo permití. Pero salí de mi jaulita, estoy tratando de liberarme de mis miedos y de decirle basta de una buena vez.
Marcos no se merece tantas palabras de mi parte como viene recibiendo, ni de las buenas ni de las malas ni de las honestas. Pero si lo construyo aquí y lo muestro es para que ese fantasma se esfume para siempre de mi vida, para que se convierta en su propia sombra, en la sombra de su propia miseria.
domingo, 23 de septiembre de 2012
22
Marcos, al principio, me pedía que lo fuera a visitar a su trabajo los días que yo no andaba cerca. También, entraba a buscarme seguido para hablar de cualquier cosa conmigo, aunque interrumpiera lo que yo estaba haciendo.
Varias veces le dije que dejara de hacerlo y le dije que no pensaba ir a visitarlo porque no correspondía, porque pensarían cualquier cosa sobre esa situación.
En cierta ocasión, me dijo que no le comentara a nadie su fecha de cumpleaños, que solo yo la sabía, que a él no le interesaba vincularse con nadie más del lugar. Me contaba tantas mentiras, que me decía que hacía donaciones que no eran reales (luego supe eso) o decía que él juntaba mis cosas para que no se me perdiera, cuando lo había hecho otra persona.
Una vez, yo estaba mal y me dijo que me iría a ver, pero no lo hizo, por supuesto, se acobardó. Cuando yo comencé a poner límites a sus tonterías, una vez dejé de hablarle y estando en una reunión, cuando esta terminó, estaba esperándome a mis espaldas para hablar conmigo.
Marcos tenía algún interés en mí, no sé cuál ni me importa ahora, pero él jamás podrá negar las cosas que los dos sabemos. Marcos se hacía el gracioso, el infantil, el guerrero, pero cuando tuvo que sostener su gracia, su parte lúdica y su parte batalladora no pudo porque era todo una invención de lo que esa pobre personita pequeña y oscura quiere ser. Pero jamás se animó a romper el cascarón.
Lo peor de Marcos no es que no sepa nada de la vida ni nada del amor. Lo peor de Marcos es que sigue sin tener interés en saberlo. Será de esa gente que, cuando llega a grande, se convierte en un ser gruñón que detesta en los demás todo lo que quiso ser y no se atrevió, y tampoco tendrá a nadie a su lado para contarle sus historias.
Pobre Marcos, tan grande y sigue sin darse cuenta de que la vida es un juego que hay que estar dispuesto a jugar.
21
A todos, la vida nos pone piedras en el camino, de diferentes tamaños. Pero todo depende del valor que uno tenga para enfrentarlo. La inmadurez no es una cuestión de edad, es cuestión de dimensionar el problema y decidir si uno lo piensa enfrentar, aunque eso signifique perderlo todo o huir y convertirse en el ser más vacío, idiota y torpe que existe sobre la tierra.
Marcos es de esta segunda calaña, Marcos es la clase de persona que, a medida que pasa el tiempo, involuciona, se convierte en una sombra de sí mismo, en un chiste de sus propios deseos, en una pantomima de aquello que dice ser.
Nunca soporté a la gente que dice una cosa y hace la opuesta y creo que nuestros problemas empezaron allí, en ese cruce, en el de decidir dar batalla o huir.
Él siempre cree que sirve para otra batalla, cree que sirve para luchar en todas, de hecho, empuja a quien le molesta frente al pelotón de fusilamiento para poder seguir indemne y huyendo.
Marcos es la clase de gente que es mejor que el camino del tiempo se la trague en tu pasado, la convierta en polvo de la memoria hasta que algún día, ya nadie lo recuerde más.
20
Marcos vive en un mundo de fantasías completo y quién soy yo para decirle que hay cosas que no son ciertas. Hay algo de lo que él escapa, siempre lo pensé, algo indescifrable que hace que él no pueda, pero que no pueda nada, que se boicotee y se destruya.
La verdad, ya no me importa eso, que haga con su vida lo que quiera, pero el problema con esta clase de gente es que al destruirse, destruyen las cosas y las personas que quiere. Y él podrá decirme muchas cosas, pero no que no me quiso y tampoco puede decirme que no hizo todo lo posible por quebrarme primero para que estuviera a sus pies, después, para que me alejara.
Lo que él parece no entender de todo esto es que yo ya hice mi primer viaje y una vez que uno empieza a caminar no puede detener sus pasos, no sé quedarme en un mismo lugar, sobre todo, si no encuentro lo que no merezco.
A medida que va pasando el tiempo, me doy cuenta de que hay lugares y personas a las que bloqueé como si fueran parte de otra vida. Y una de estas personas es Marcos que, aunque siga presente en estas palabras, sé que este es el mejor modo de dejarlo atrás, de encerrarlo aquí y de que no vuelva a interferir en mi camino porque, de algún modo, el fue una gran roca que estaba en medio de mi camino y la pude mover. Ahora, además de ser el momento de volver a empezar, Marcos se transformó en una pequeña piedrita que está en mi media, molesta para caminar pero no me lo impide hacer. Todavía no encuentro el modo de sacarla de allí por completo, cuando creo que lo hice, me molesta en otro lado, pero sé también que se está haciendo muy pequeñita, tan pequeñita como lo es él.
19
Ayer, en un encuentro de vascos, me preguntaron cuál era mi pueblo de origen y no me sale decir que es el pueblo de mi Yaya, pero mi cabeza no dudaba ni un segundo en decir que eran Lugo o Selorio. Supongo que la cabeza del inmigrante se configura así, con la tierra prometida como norte y meta.
Cuando uno comienza a viajar, adquiere un vicio que no puede dejar jamás. Ese es el gran problema del inmigrante, el camino es su casa. Mis padres cruzaron el océano y no pudieron parar nunca de hacerlo, a punto tal que mi papá se debatía por vivir entre Buenos Aires, Galicia y Posadas.
Creo que amaba el Quijote por eso de aventurero, eso de emprender el camino para buscar siempre el retorno a casa. Mi papá sabía, al menos, que era una obra humorística, no podía evitar preguntarme si recordaba una escena en que Sancho se caga y empezar a reírse como un chico. Llegué a ese libro por él, porque siempre veía que lo leía y, en un momento en que estábamos un poco distanciados, decidí ver qué era lo que tanto lo atrapaba y me terminó atrapando a mí al punto de coleccionar quijotes y todo lo que tenga su imagen.
Este libro, si bien habla de la locura de un personaje que decidió vivir en un libro, habla de la utopía y de un mundo que sería ideal con sentido del honor, del valor, del amor, con un gran sentido de lo que implica la libertad. La locura, a lo largo de la obra, se va difuminando, esas divisiones tajantes entre lo que es estar cuerdo o no van desapareciendo, no se sabe finalmente quién lo está y quién no o si todos lo estamos un poco.
Siempre fui muy Sancho, no puedo evitar reflexionar sobre todo, medir, calcular. En eso, creo que soy igual a papá, él no podía evitar ser Sancho y, por eso, nuestros placeres eran terrenales como comer y dormir.
Marcos siempre fue un poco don Quijote, mirando al norte sin mirar nada, perdido en su propio camino, necesitando que alguien lo acompañe para sacarlo del problema e, inmediatamente, propinarle unos cuantos golpes a esa misma persona. Es lo que hizo conmigo, que fui su Sancho y su Dulcinea, es decir, se inventó una Dulcinea en mí, dijo adorarme, dijo hacer muchas cosas por mí, pero su camino siempre lo alejaba. Las damas son ideales y, aunque suene raro, muchos hombres no pueden salir de esa pauta cultural que diferencia lo ideal de lo posible, que divide a las mujeres en dos grandes bandos.
Pero no me arrepiento de eso, puedo decir que agradezco infinitamente que él me haya configurado como una Dulcinea y que mi imagen se le haya hecho añicos, esa fue mi salvación, mi gran protección para no hacerme añicos yo misma.
18
Es domingo. El sol da la sensación que no va a salir, pero últimamente, además de andar yo algo perdida, el clima también lo está.
Tengo dos objetos que me regaló Marcos: un par de aros y la copia de una película. Él entiende poco del amor, de las mujeres, de varias cosas. Los dos regalos me los hizo en momentos en que estábamos distanciados. La película me la dio de la manera más oculta posible para desearme feliz cumpleaños el año pasado. Nunca la vi, tampoco es que sea fanática de esa como para verla más de una vez. Pero los regalos masculinos muchas veces son así, un poco inexplicables. Recuerdo que habíamos estado casi todo el día juntos, sin hablarnos, hasta que en cierto momento me dijo que le hicera recordar que tenía algo que decirme. Estábamos en un tren regresando, se lo recordé y me dio a escondidas una película y me dijo que era mi regalo de cumpleaños. Él, como siempre, procuraba que nadie pudiera hablar luego de lo sucedido como si estuviera cometiendo un crimen.
El segundo regalo fue al volver de un viaje, un par de aros de libélulas. Debo confesar que yo jamás hubiera elegido ese par por falta de colores, pero mi mamá perfectamente lo hubiera seleccionado. También, me lo dio a escondidas, como todo lo que hacía conmigo, todo era tapando algo que no existía, algo que en su imaginación sería potente.
Recuerdo haberle dicho una vez que un tipo que me había boludeado le había dicho a su novia que entre nosotros había habido algo, lo que en su momento me molestó infinitamente porque no era cierto. Y Marcos me dijo que sí hubo algo, aunque no hubiera pasado nada.
Es en esos momentos en que creo que los hombres creen mucho más en los cuentos de hadas que las mujeres. Para mí, lo que no es palpable, visible o perceptible de alguna manera por algún sentido que lo reconozca como tal no existe. O, tal vez, sea mi formación como científica que, aunque se me escapen algunas creencias en meigas, trasgos o premoniciones, reconozco firmemente que esa es mi parte cultural, parte de la que no puedo separarme porque sería alejarme de mi identidad y no quiero, soy esto, una digna hija de Galicia y de Asturias que cree en muchas cosas que no se ven, menos en Dios, eso me lo ha quitado mi formación científica.
Yo creo que Marcos cree en muchas cosas más que en fantasmas, cree en príncipes azules y doncellas abandonadas a la que hay rescatar, como si viviera en sus tres años aún o como si quisiera ser una pésima imitación de don Quijote.
sábado, 22 de septiembre de 2012
17
El mago de Oz es una metáfora de la vida misma. De vez en cuando, un tornado nos vuela la casa y nos encontramos solos en el camino buscando cómo regresar. En el medio, viene el amigo fiel que siempre estuvo al lado nuestro, es decir, nuestro Toto y vamos encontrando seres de lo más impensados, de lo más extraños que, tal vez, siempre hayan estado allí. Cada uno de estos seres tiene sus problemas, también, pero saben que algo te hizo perderte y deciden que todos juntos van a ir buscando el reino de Oz.
Un tornado me voló la casa este año y tuve que empezar a rearmar el camino que me lleve a ella. Pensé que Marcos podía ser uno de mis Toto, pero no, él se quedó en Kansas, disfrutando de la tranquilidad de su mundo. Descubrí, entonces, quiénes eran realmente los fieles y fui descubriendo a otros personajes en el camino que no dudaron en regalarme con palabras.
Marcos cree tener todo, cree ser seguro, cree ser inteligente y, sobre todo, cree ser buena persona. Marcos miente mucho, ya lo dije, y lo peor de todo es que se cree sus propias historias, como si necesitara contarse una cada noche antes de irse a dormir para convencerse de que no es pancista, para convencerse de que es un buen samaritano. Entonces, entre sus mentiras, caigo yo como agresiva cada vez que le quito la venda y le hago notar que se miente.
Ya lo dice Silvio "los amores cobardes no llegan a amores ni a historias se quedan allí". Y no soy buen orador para conjugarlo y no quiero que ninguna palabra mía se dirija nunca más hacia una justificación del ser más egoísta, miserable y mentiroso que conocí. Del ser con menos ética que se me cruzó en la vida.
16
Marcos se ha marchado, pero, a diferencia de la canción, no es para no volver. Lamentablemente o afortunadamente, tal vez. Tropezarnos con lo que no queremos nos puede servir para alguna de las siguientes dos cosas o caer de nuevo siempre en las mismas historias o para recordarnos que eso lo habíamos rechazado de nuestras vida.
¿Por qué me fijé en Marcos? Quizás, tenía mucho de mi papá, pero sin dudas no lo mejor. Vivía lejano haciéndome entender que me quería, pero sin decírmelo, tenían gustos parecidos también. Hablo de los dos en pasado como si ambos hubieran muerto y, a lo mejor, Marcos murió a su modo. Un día, estando a su lado, me vino a la cabeza la frase de Sabina "y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres". Sin embargo, sé que eso no es amor, no para mí. No soy nadie para juzgar al poeta y mucho menos a este.
Amar no es morir, amar es acompañar. Es lo más parecido a estar, aunque no se esté físicamente. La diferencia, quizás, entre mi papá y Marcos es que papá estaba si lo necesitaba, nunca dudé de eso. Nunca dudé de lo que me apoyaba en todo lo que hiciera. Marcos, no. Marcos estaba en la medida en que necesitaba que yo estuviera para él. Este sujeto jamás se merecería que me muriera por él y mucho menos que lo amara estando.
No soy muy buena para decir te quiero y a Marcos se lo dije muchas veces. No cara a cara, pero él sabía que era así. Marcos mató el amor o, quizás, murió con la muerte de mi padre, muerte que arrancó de mí las células muertas, el pasado doloroso, lo no dicho.
Hoy, supe por medio de mi hermana que papá antes de morir le dijo que me quería mucho. Él no sabía decirlo en la cara, yo tampoco. Creo haber dicho que soy igual a él. Pero descubrí gracias a él o con él que no hay que esperar al instante final para claudicar frente al amor. No nos hace más fuertes no amar, no nos hace más fuertes huir. Amar es el mejor arma porque vamos juntos.
Amar es de a dos con cualquier ser vivo que sea y cualquiera sea la relación que nos una. Creo que la muerte deja lágrimas porque es ese vacío que va dejando un amor que se muere, que no tiene su otra parte. En mi caso, en este caso, puedo decir que ya no puedo amar en presente a ese ser que me dio la vida porque no está. No tengo un padre de quien ser hija.
No sé si fui buena hija. Creo que, en nuestro modo extraño, tanto él como yo encontramos en el otro lo que el otro nos podía dar. Pero se fue. Puedo decir que lo quise mucho y que no se lo dije nunca.
Marcos tenía lo peor de papá, sin dudas. Marcos tenía lo peor de toda la gente que quiero, todo lo que me hace daño del resto del mundo. Y lo dejé obrar a su gusto, pero no lo dejaré volver aunque vuelva. Porque el amor no es morir, el amor es mucho más que vivir, es renacer a cada abrazo.
Nunca Marcos entenderá que lo que me alejó de él no fueron mis caprichos ni mis locuras, sino su modo de matarme todos los días un poco. Su modo de anularme luego de hacerme sentir importante, su modo de darme a entender que todo lo sabía y que yo era una inútil.
Ya lo dije antes, Marcos sabe poco del amor.
jueves, 20 de septiembre de 2012
15
Escribir es relatar heridas, marcas, golpes, contar un camino. Cualquiera que sea: escribir es caminar, mirar hacia atrás recordando el pasado, mirar el presente y, sin dudas, pensar el futuro.
Escribir es un modo de construir la historia, la propia o la ajena. Armar los distintos pedazos del rompecabezas que alguien, un día cualquiera, decidió patear y mezclar. Y, con paciencia, nos sentamos de a varios juntos, uno encuentra las piezas y otro las va encastrando.
Papá era un gran lector, eso ya lo dije. Siempre lo que contaba tenía que ver con lo que aprendía del mundo, quizás, contar su mundo le dolía. Solo un año antes de morir supe algunas cosas y, entre los personajes más añorados de su infancia, estaban su abuelo Manuel y su perro, quien iba a buscar a su amo a la iglesia y lo esperaba afuera.
Un día, mientras comíamos, papá por primera vez empezó a contarme escenas familiares, pero solo aquellas que le resultaban más gratas. Y me hablaba de su abuelo, de las borracheras que tenía y cómo su abuela siempre le tenía una paciencia infinita. Me dijo te cuento esto como si los estuviera viendo ahora, no lo puedo creer. Creo que la muerte se le colaba por los poros sin él saberlo y necesitaba relatarme algo suyo, algo que fuera su historia para que no se escapara con su muerte. Sacó una foto de un armario y me dijo estos eran mis abuelos, ella era la mujer más linda, tuvo muchos hijos y me hablaba con admiración de esa gallega pequeñita que criaba hijos, aguantaba las borracheras del marido, que veía partir a los pródigos hacia el otro lado del mar y que tenía espaldas.
Es raro, nunca pudo contarme nada de eso antes. No fue como mamá que siempre fue la mejor narradora que escuché, que siempre permitió que recreara en mi cabeza imágenes al punto de ser tan nítidas que parecen recuerdos propios.
Él quiso contarme parte de su historia, en la que dos hombres llegaban a sus casas alcoholizados, la mirada se le transformaba como si nuevamente fuera un niño sufriente, y diferenciaba a su padre de su abuelo en que este no le pegaba a la mujer.
Mi padre tenía sus marcas, nunca quiso antes escribirlas y supongo que esperó a que ellos se congregaran de nuevo mientras lo venía a buscar esa pareja de ancianos que tanto lo quería para acunarlo nuevamente y para decirle Manuel que no lo volviera a llamar abuelo, que no era viejo, que mejor lo llamara padriño. Así, juntos, los veo irse al niño con su abuelo hacia algún lugar de Galicia, acompañados los dos por un perro mientras una mujer los espera al lado de un horno a leña.
14
Marcos nunca supo que papá me había enseñado a nadar agarrada a su malla y que, cuando mi hermana se iba muy al fondo de la pileta, él la tomaba por los breteles y la sacaba a flote. Marcos no sabe que jamás nadie va a poder hundirme porque siempre estará papá para rescatarme del ahogo.
Marcos no entiende que mis padres son hijos de una guerra y que sus hijos somos nietos de ella, que somos parientes de una pobreza oprimida y siempre perdedora, pero que jamás deja de dar batalla.
Eso Marcos nunca lo entenderá. No peleo por ánimos de broncas ni pleitos, sino que peleo como arma de defensa, para dar guerra aun cuando está perdida. Porque los españoles tenemos algo muy arraigado que es el sentido del honor y, para tenerlo, no es necesario vencer sino pelear con honra.
Marcos no entiende que fui educada entre algodones, pero sabiendo que yo tenía lo que muchos otros no y que cada cosa que la vida me regaló debo disfrutarla al máximo porque mañana no está. Marcos no entiende que esa es mi ansiedad por vivir el ahora. Marcos no entiende que me educaron añorando un pasado y viviendo el presente como si el apocalipsis estuviera por cernise en mi cabeza.
Marcos nunca entenderá que las vacas nunca están atadas, que el futuro depende del trabajo constante que hagamos en el presente, que de eso dependen nuestros bienes, nuestros amores, nuestros saberes.
Marcos sabe pocas cosas o las niega por evitar el dolor. Él no sabe que las llagas se curan, pero que dejan memoria, que podemos leer lo aprendido con ellas, que podemos ir escribiendo nuestra historia si las sumamos.
Marcos no entiende que no hay peor modo de perder que jamás haberlo intentado.
Marcos no entiende que matar es el peor modo de morir.
13
Con papá, solíamos leer el diario juntos por las mañanas, acodados en el mostrador del negocio. Clarín y El territorio poblaban nuestra mañanas, con claringrillas, El negro blanco y alguna que otra noticia. Él aprovechaba para darme independencia, sin tener seis años, me sentaba en la caja y me enseñaba a cobrarles a los clientes.
Con papá, éramos amigotes. Supongo que, si no soy fanática del fútbol, es porque él tampoco lo era. Pero compartíamos largas horas de tele viendo documentales, películas mexicanas antiguas, El Chavo y El zorro. Dormíamos la siesta todas las tardes juntos. Todas esas cosas son las que sigo disfrutando hacer.
Mi papá no era afectuoso al extremo, no sé cuántas veces me habrá dicho que me quería. Tampoco sé cuántas se las dije a él. No sé si fue sabiendo que sí lo quería y de verdad, como solo se puede querer a alguien a quien le odiás al máximo sus defectos y admirás al máximo sus virtudes.
Supongo que mi parte edípica me conduce a hombres como Marcos, que no son capaces de amar. Pero me conducen de una manera errónea. Porque nunca encuentro a aquel que quiera compartir conmigo largas horas de tele, desayunos con diarios, bares con café y tostados, pizzas en el almuerzo, charlas de libro y de política. Solo encuentro hombres solitarios.
Creo que mi modo de ser solitaria tiene mucho que ver con mi papá, con esa infancia que pasé tan estrechamente a su lado, aunque luego la vida nos haya distanciado un poco. Él tenía un mundo interno tan grande que podía disfrutar de la soledad, aunque a veces eso lo agobiara y es exactamente lo mismo que me pasa a mí. De algún modo, siendo tan rígido con sus hijos, no pudo evitar enseñarme que el mayor tesoro es la libertad como le decía don Quijote a Sancho. Y ese es nuestro mundo, el que nadie debería tomar por asalto.
No sé si muchas veces me habrá extrañado, sé que no fueron tantas las que yo lo extrañé. En algún lado, donde sea que esté, sé que seguiré siendo siempre su pibita o su cativa, su nena chiquita, que no hay que confundir, en gallego, cuando se los llama así a los niños pequeños, es con amor, no para indicar opresión. Y sé, también, que donde quiera que esté, se afeitará siempre la barba para que su nena no se asuste al verlo llegar cambiado y que estará cerca cuidando mis pasos, alejando a todo Marcos que pueda volverse a cruzar.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
12
Ismael se
pregunta si Marcos abandona quién será nuestro dueño. La verdad, Marcos
siempre abandona hasta cuando la que decide retirarse de la partida sea
yo. Él siempre termina diciendo que la decisión fue de él cuando yo ya
le había dejado clara antes mi postura.
El problema es
pensar que hay dueños, de lo que sea. Creo que esa letra sería mejor si
dijera si Marcos abandona, quién será nuestro compañero. Caminar de
lado, ver de frente. Nunca caminar adelante de la tropa ni mirar de
arriba.
Marcos discursivamente es el compañero, el que
toma decisiones en grupo, el democrático, el no violento, etc. Marcos en
acción es todo lo que él niega, todo contra lo que él predica. Las
decisiones nunca son de equipo, siempre plantea el verticalismo, siempre
impone lo que piensa, arregla las cosas a golpes de puño (esto lo digo
por relatos que él mismo profirió). Marcos no solo no sabe nada del
amor, sino que no sabe nada de la vida.
Marcos sabe muy poco de sí mismo y eso es triste. Él es muy triste, aunque lo niegue.
11
Uno
tendría que saber leer indicios. De las dos veces que Marcos estuvo en
casa, en la primera, hizo algunas cosas que marcarían su forma de
proceder. Sucedió un miércoles por la mañana, más exactamente el 8 de
junio. Cuando estaba preparando el mate que íbamos a tomar, me dijo que
lo estaba haciendo mal. Le propuse, entonces, que lo hiciera él. Si
alguien es capaz de decirte que hacés mal un mate de entrada, seguirá
haciendo lo mismo de ahí en adelante, no lo dudes. De hecho, en ese
momento, le dije que me hacía recordar a otro sujeto anterior que me
decía que lavaba mal los platos. En ese momento, fue cuando él se
despegó de esa imagen nefasta diciendo que él no era así Cuando alguien
se quiere separar por la negativa en lugar de mostrarlo con acciones, es
porque es realmente igual a eso de lo que quiere alejarse.
Luego,
mientras charlábamos, me dijo que a veces las cosas no se dan, que hay
que esperar un tiempo, que ya le había pasado de tener mucha atracción
con una chica y que no fuera el momento. Era la mejor forma de decirme
que me iba a torturar al cansancio, que su manipulación era solo para
que trabajara e hiciera las cosas por él y que, además, lo cubriera
siempre. Le dije que me había pasado una vez que alguien me manipulara
bastante tiempo y que después dijera que yo me había confundido y se
hizo el tonto.
Alrededor de las 12 del mediodía, le
dije que tenía que ir a almorzar con mi papá, a quien veía bastante poco
porque vivía en Posadas y venía de vez en cuando a Buenos Aires para
vernos o, tal vez, para verla a ella, ya que solo las ciudades eran sus
grandes amores. Y Marcos me dijo que yo prefería a mi papá. Es claro que,
en ese entonces, hubiera deseado quedarme charlando con él, pero no me
arrepiento de haberme ido. Fue una de las últimas veces que comí con mi
papá mientras veíamos El zorro, programa del que casualmente los
dos eran fanáticos. Y menos me arrepiento si alguien me da a elegir,
aunque sea en broma, entre mi padre o él porque eso es un signo de
posesión, del mismo modo que lo es mandar mensajes a las 11 y media de
la noche para ver cómo la está pasando uno en una reunión, mucho más si
tenemos en cuenta que sólo éramos compañeros de trabajo. Después, me
reclamaba a mí que le hubiera mandado mensajes a cualquier hora de la
noche por motivos tontos. Él siempre olvida lo que quiere olvidar.
Nunca
entendió que nunca fui suya y que mucho menos lo seré. De nadie. Jamás
seré de nadie. Así se lo dije a mi papá en una de esas veces que
discutíamos y me dijo que yo era suya, creo que le daba placer mezclado
con orgullo saber que su hija daba batalla por lo que pensaba. Ahora,
creo que sus provocaciones eran una forma de entrenarme contra el mundo,
de sentir que su hija jamás se iba a dejar dominar, como tampoco nunca
lo había dejado él.
10
Dice Alfonsina:
Hombre Pequeñito
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
Hombre Pequeñito
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
Marcos
no entiende que la pequeñez no se relaciona con el tamaño, que tiene
que ver con su pobre alma. Marcos quiso negar que lo amé media hora,
quiso negar que él mismo provocó que eso dejara de suceder y, como dijo
una vez Saramago, las mujeres toman decisiones que luego los hombres
dicen que fueron suyas. Marcos decidió que yo ya no le importaba
una vez que yo le había dicho que no me interesaba en lo más mínimo él.
Marcos nunca entendió y nunca entenderá, él es muy pequeñito y yo quiero volar.
9
Hay gente que se define a sí misma como temeraria que, aunque me lo discuta a muerte, no es lo mismo que ser valiente. Para empezar, la valentía es una característica reservada para las personas sumamente cobardes como yo, como el León Cobarde de El mago de Oz. Quien nunca sintió mucho temor y aun así le hizo frente, no sabe qué es ser valiente. Quien hace las cosas desbocadamente sin enfrentarse a sus miedos, es temerario. La Real Academia Española de la lengua da dos definiciones para esa palabra:
1. Excesivamente imprudente arrostrando peligros.
2. Que se dice, hace o piensa sin fundamento, razón o motivo.
Marcos dice ser temerario, creyendo que eso es el sumum de la valentía y nunca entendió que se define como nadie podría definirlo mejor, es imprudente y nunca tiene fundamentos, razones ni motivos cuando habla ni cuando procede. Don Quijote siendo temerario, muchas veces, tenía más fundamentos que Marcos. Este, a diferencia de Don Quijote, no ve gigantes en los molinos sino que se ve así mismo gigante, siendo él muy pequeñito.
Nunca puede ser valiente alguien que tiene miedo a lo que dirán los demás, alguien que huye creyendo que servirá para otra batalla, alguien que se segrega a sí mismo de los que piensan diferente de él. Nunca es valiente quien no enfrenta sus miedos, sin importarle lo que los otros piensen o importándole y aun así haciéndolo. No es valiente quien no es capaz de aceptar e, incluso, amar a quien no piensa como él, pero aun así es digno de ser amado y/o respetado.
Nunca es valiente quien interpone su cuerpo entre un hombre que vive en la calle, que está borracho y que solo está pidiéndole dinero a una mujer y esa mujer. Nunca es valiente quien hace eso para mostrar que es un gran salvador y quedar bien frente al resto del mundo. Nunca es valiente quien no reconoce sus errores y culpabiliza a los otros de lo que sale mal. Nunca es valiente quien no sabe pedir perdón. Nunca es valiente un hombre machista porque solo conduce al rebajamiento de la mujer como arma de defensa.
Sí, Marcos tiene razón. Él es temerario.
8
Mi papá se fue de este mundo sin haber leído nada que yo haya escrito. La última Navidad pensé en regalarle algo, pero no llegué a hacerlo, mintiéndome con que habría tiempo sobrado para hacerlo. Él era un gran lector, conocía el Quijote como pocas personas, sabía de poesía gallega como nadie, sabía sobre variantes dialectales de su lengua y de variantes de escritura.
Mi papá solo completó la primaria.
Sin embargo, papá argumentaba sus ideas, con las que yo casi nunca estaba de acuerdo, con fuentes de conocimiento. Recuerdo una vez que me dijo que el Che Guevara había sido un sanguinario y, cuando empecé a retrucarle, me preguntó si había leído los diarios del Che. Le dije que no y me agregó que para hablar por lo menos hay que conocer antes, que él lo decía basando su opinión en lo que él había leído.
Él nunca sabrá que escribo esto pensando en que él se merece perpetuarse en la memoria. Es muy problable que no le gustara que entre su recuerdo, se filtre el de alguien que me lastimó, sin embargo, creo que es su modo de estar lo que me permite ver, saber quién está a mi lado y quién no.
Si alguien te dice, como a mi me dijeron, no te voy a preguntar por eso que te causa dolor, si querés que lo hablemos, bueno, lo hablamos, pero no te voy a preguntar; huí. Con toda seguridad, esa persona no se interesa en lo más mínimo en tu persona y, en el momento en que lo crea necesario, te pisará la cabeza sin dudarlo.
Hay dos tipos de personas en la vida, las que están pro que der e vier como dicen los brasileros y los que no. Una vez, escribí la siguiente frase pensando en alguien: la ausencia es tu presencia a mi lado. Ahora, tiempo después, pienso que va como hecho a la medida de Marcos. Pero, también, ayer cuando se me vino la palabra con la que mi papá lo definiría a este sujeto, pensé sobre él lo inverso: la presencia es tu ausencia a mi lado. Son presencias que sin duda duelen, pero que te permiten esquivar las balas y no solo sucede con los muertos. Muchas veces, cuando Marcos se empeñaba en sujetarme fuerte bajo el agua haciéndome creer que me quería sacar a flote, gente que vive lejos aparecía a mi lado, por ejemplo, Valeria siempre me abría el consultorio.
Valeria siempre me dijo es un cerdo, alejate. Y no supe entender o no quise, o lo amaba tanto que no entendía que pudiera hacerme daño.
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