Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

sábado, 23 de abril de 2011

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La cena la habían organizado Santiago y Soledad para festejar el nacimiento de Luna y para hablar un poco de los pasos a seguir.


En la cocina, preparando las cosas, estaban las mujeres. Libertad contando nuevamente sobre su tejido y Luciana diciéndole que la tenía cansada con eso, que parecía un disco rayado.


Gabriel no vino, dijo Sofía, qué raro porque prometió hacerlo. Tampoco fue a la reunión que teníamos pactada con los payasos, dijo Libertad. ¡Qué raro! ¿No fue él quien la había organizado?, preguntó Soledad. Libertad subió los hombros e hizo una mueca de desilusión con la cara.


Acto seguido, sonó el timbre y Santiago fue a atender. Cuando ingresó, lo hizo acompañado por un señor mayor que tenía las facciones de Gabriel, pero su barba y sus cabellos estaban canos. Las mujeres se presentaron cuando lo saludaron y él comenzó a reírse. Soy Gabriel, dijo. Ellas se miraron sorprendidas y en silencio, esa forma de comunicación universal que poseen las mujeres y con la que dicen miles de cosas a un mismo tiempo sin decir nada. Libertad se dio la vuelta y siguió con lo suyo. Por lo bajo, le dijo a Soledad, yo nunca sé si habla en serio o en broma. Gabriel se acercó y le preguntó qué le pasaba. Nada, respondió ella. ¿Seguro, seguro?, preguntó él. Seguro. ¿Y qué te pasó ahí?, le preguntó al mismo tiempo que le señalaba el lado izquierdo del mentón. ¿Acá?, dijo ella, tocándose una zona que estaba humedecida. Él afirmó con la cabeza. Me reventé un granito, ¿por? Porque te sangra, ¿querés una carilina? No, yo tengo, repondió ella, gracias. Bueno, cualquier cosa que necesites me avisás.


Una vez que estaban cenando, Sofía le preguntó por qué no había asistido a la reunión con los payasos y le dijo que sí había ido. ¿En serio?, preguntó Libertad en modo irónico, el único modo de decir las cosas que tenía. Sin embargo, yo fui y no te vi. ¿No? Yo te quise saludar y te hiciste la tonta. Él reía al hablar. Sí, claro, dijo ella. ¿No viste un nene de ocho años prestando atención?, dijo él. Sí, un nene muy adulto para su edad. Ése era yo, dijo él. Entonces, la sorpresa abrió los ojos y la boca de Libertad al punto de sólo tener boca y ojos en su rostro. Es lo mismo que acaba de pasar cuando entré ahora, dijo él. Desde chico, tengo el problema de no representar la edad y confundir a la gente. A veces, mi apariencia es la de un niño muy adulto y, otras, la de este anciano que soy ahora, que disfruta de su infancia.

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