Fue haciéndose mayor la paranoia, aunque un dato era real. Luego de dos días de tormentas intensas, el sol amaneció al tercero y rajó la tierra. Y lo hizo literalmente, grandes grietas se abrieron.
Pero ellos se habían organizado. Habían decidido que lo mejor era armar pequeñas comunidades y tener huertas en las casas, adaptadas, debido al clima, por los hombres para que las verduras no se echaran a perder. Habían acumulado varios bidones de agua de lluvia en los últimos días y, también, varias latas de conserva, ya que suponían que los mercados cerrarían. Ya tenían dispuesto cuáles serían las raciones y quién viviría con quién. En la casa de Soledad y de Santiago, se quedarían Sofía y el novio, Libertad, Penélope y el maridovio, y Gabriel. Era importante que la versión de internet de la revista siguiera saliendo. Luciana había decidió cuidar de sus padres que, aunque no vivieran juntos, estaban equidistantes de la casa de ella.
Un problema se presentaba y era quién se haría cargo de Gabriel cuando fuera niño y de Gabriel cuando fuera anciano. Fue el mismo Gabriel niño quien los sentó, al segundo día de convivencia, y les preguntó ¿quién será como mi vieja cuando sea un niño, quién mi hija cuando sea anciano y quién mi amiga cuando sea adulto joven? Libertad respondió con su silencio, ya había decidido que ella lo haría, incluso, antes de que Gabriel niño lo planteara.
Esa tarde, jugó con él, le contó historias de países lejanos y hombres aventureros, cantaron y bailaron. Por la noche, Libertad le dio parte de su ración y le dijo que saldrían a ver el cielo y que tendría postre sólo si comía toda la comida. Gabriel niño cumplió y, por eso, salieron al patio y se sentaron, ella detrás de él y lo rodeó por el cuello con su brazo derecho, mientras con el índice de la mano izquierda le señalaba las estrellas.
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