Pasar por esas calles de tierra, con el calor y las escasas condiciones se habían convertido en algo habitual para Libertad. Como ya no tenía pies, su ráfaga de aire levantaba la polvareda con su andar. Nadie la veía, pero todos la escuchaban y comenzaban a trabajar juntos, a hacerlo como una verdadera comunidad.
Ella se sentía feliz porque, al igual que las Emperatrices, parecía ser que el boca a boca iba ayudando. En el último tiempo, cuando llegaba a algunos lugares, los veía con cierta organización que en los primeros sitios que había visitado desconocían.
A cada tanto, visitaba a sus amigas y les daba una mano, entre mates y sonrisas, con el proyecto de la revista. Veía crecer, también, el vientre de Soledad, el cual iba achicando la distancia con Santiago, el nuevo fotógrafo de los pies de las novias.
Pero ella no era de allí, ni de ningún lugar. En todos dejaba algo y, también, se llevaba algo de ellos por las noches, como lo había hecho con sus amigos, para sembrarlo en otros lugares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario