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Las galletitas las había traído Sofía, la última en llegar. Mientras tomaban mate, contestaban los llamados telefónicos. No comprendían cómo, pero la revista había sido un éxito y no se hablaba de otra cosa. María era acosada por los medios que le ofrecían dinero, una casa y todo tipo de cosas. Incluso, había tenido una propuesta para trabajar en la calle Corrientes. Libertad había pedido por favor que no banalizaran la idea, que no convirtieran esto también en telenovela. María había pedio cordura y dijo que sólo se había casado, que se acordaran siempre de los pobres. Las cámaras habían invadido el barrio buscando talleres ocultos, mientras un Martín Fierro acongojado que resultaba mal poeta y musicalizado por la banda sonora que se había acreditado el Oscar en su última emisión, relataba cómo los pobres, cuando aceptaban su condición, también eran felices. Por su parte, los políticos de la derecha decían que el proyecto podía ayudar a que se pusieran a trabajar y, de ese modo, eliminar la delincuencia que nos asolaba. Por otro lado, estaban los de izquierda queriendo poner sus banderas por todos lados y diciendo que ellos siempre habían militado en sus partidos. En esa ensalada, los de centro que nunca sabían si estaban más corridos a la derecha o a la izquierda, se peleaban entre sí para ver con cuál de los dos lados deseaban pactar.

La decisión que ellas habían tomado era no hablar, ante el silencio, harían su telenovela un par de días y todo concluiría. Eligieron seguir camino con sus proyectos y, ahora, más que nunca. Miles de novias se habían contactado con ellas. Habían tenido que ayudar a constituir cooperativas en todas las provincias. Libertad sonreía, la meta se estaba cumpliendo, la moda Emperatriz se estaba echando a volar. Soledad preguntó por los derechos, y ella contestó que las ideas debían ser de todos, que nada impedía que cualquiera hiciera su vestido Emperatriz, que la idea era que, a partir de esta moda y revista, se pudieran generar distintos proyectos adicionales que generaran trabajo y, lo fundamental, que toda novia tuviera su vestido soñado. Soledad dijo que ella ya había estado pensando en el segundo número, su vestido estaba en marcha.