En marcha, la pelea está. En el cuadrilátero, se encuentran los luchadores. Las porristas dan vueltas alrededor y vivan a uno u otro, según se tuerza la pelea. Ambos son valientes y no cejan en sus esfuerzos. El menor de ellos está exhausto, pero su valentía está en juego. Toma aire y, al oír su nombre coreado una y otra vez, arremete contra su rival con toda su fuerza y logra derribarlo. Sin embargo, una toma especial hace que el luchador más grande revierta la situación, y ahora es él quien se encuentra arriba. Pero algo desconcentra a los luchadores y a las porristas, el ruido de la puerta de calle pone fin a la lucha ilegal porque significa que papá está subiendo. Rápidamente, corren a ubicarse en los sillones para seguir mirando la televisión.
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