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Allí estaban, en el patio de Libertad, viendo cómo Soledad se transformaba en una novia soñada. Les contó que tenía fecha para dentro de dos meses, pero quería tener todo listo porque era un poco obsesiva. Sofía le pidió que se calzara, que podía lastimarse, que quitara un poco de sueño y que bajara a tierra, pero Soledad respondió que su Santiago que no matamoros le había dicho que le haría un camino de pétalos de rosas hasta el altar para que no se lastimara los pies.

Sofía le preguntó a Libertad si había escrito el editorial para el número tres y Libertad buscó un papel y se lo entregó. «Dios creó a la mujer a su imagen y semejanza», qué tiene que ver esto, preguntó Sofía, y Libertad le hizo un gesto para que continuara. «... y el primer mandamiento es “amar a Dios sobre todas las cosas” que es casi como decir que te ames a ti mismo por sobre todas las cosas y que otro mandamiento, no sé cuál, no importa el orden ni la orden, dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es decir, que lo ames como a Dios, por sobre todas las cosas, si Cristo lo entendió, ¿por qué nosotros no?». No sé qué tiene que ver, pero me gusta, dijo Sofía y Soledad dijo que era un análisis un tanto distorsionado, y Libertad le contestó que ella era una lectora activa y que, en este caso, le parecía que la letra estaba inmóvil y que faltaban algunas palabras.