Algunas palabras faltan. A medida que pasa el tiempo, los cuentos que ella cuenta son más breves. Las dos lo perciben y se lo dicen, pero ella no recuerda las palabras, sin embargo, el cuento es el mismo porque Libertad imagina todo lo que le dice, a pesar de que nunca entendió esa lengua. Ella sí, alguna vez aprendió a describir su mundo con ese idioma, pero eso fue hace mucho, en otro tiempo y en otro lugar. Ahora, sólo recuerda a su hermano, sí, aquel que jugaba a la pelota vasca. Sin embargo, ahora y aquí, cada vez tiene menos palabras aquel cuento y, si alguna vez les dijo los números hasta diez, ahora cada vez recuerda menos. Sabe, sí, que el Goyco y Olarticochea son vascos, «echea» es casa, dice. Olvida los números, pero no la palabra para decir «casa».
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