Había caído del cielo. No. En realidad, venía corriendo del fondo de la librería. Ángeles (porque cuando nació su padre dijo que era más que un ángel, por lo tanto, la madre sin pensarlo la bautizó), Ángeles, como decíamos, venía corriendo del fondo de la librería en la que escudriñaba algunos tesoros porque había reconocido a Soledad que estaba en la mesa de saldos. La revista en que ésta mostraba su casamiento había sido un éxito. Cómo no reconocerte, le dijo Ángeles, si parecés modelo, si tenés una nariz perfecta. Libertad escuchaba atenta y sorprendida. Soledad presentó a Libertad y a Ángeles dijo que por qué no había fotos de ella y ésta le explicó que sólo se fotografiaba a las novias. Ángeles les dijo que le interesaba la idea de participar en el proyecto, que le gustaría sacarles fotos a las novias, sobre todo a los pies de ellas. Soledad y Libertad se miraban sin comprender mucho, pero accedieron. Le comentaron que no ganaría dinero a lo que Ángeles respondió que, en ese caso, no buscaba rédito económico, sino plasmar todo su arte. En ese instante, le sonó el celular, alguien reclamaba su presencia. Las tengo que dejar, dijo, les dejo mi tarjeta con mi teléfono y una invitación para que vean mi exposición de fotos en el San Martín. Y salió corriendo. Soledad y Libertad se miraron sin comprender demasiado y sonrieron.
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