Uno es la situación que lo rodea, sus costumbres. No siempre nuestra cultura es la del país en que nacimos. Yo, por ejemplo, tengo algunas costumbres españolas y, muchas veces, me reconozco más en ellos que en los argentinos. Por decir algunas, la música, la comida, la literatura... Bueno, mi orientación es literatura española. Me suele pasar que la Guerra Civil española me hace sufrir mucho más que hechos que sucedieron en mi propio país, y es que parientes involucrados en una guerra no es poco, aunque uno no sepa mucho. El famoso silencio para no generar problemas del que tanto habla Almudena Grandes en sus libros es como un rito español. Pongamos todo bajo la alfombra hasta que un día eso se vuelve una olla a presión y estalla. Esa cosa tragicómica que tenemos, de reírnos de las cosas más brutales o de llorar por las más cómicas. Cuestión, las obras de Lorca son nuestro fiel reflejo. Y terminé hablando en plural porque, en definitiva, me identifico mucho con los españoles. Porque me conmueve escuchar hablar en gallego y el acento español también.
Sin embargo, en algunas cosas, soy una mezcla. Cuando me habla un misionero o alguien de la zona, me sale el acento del alma y vuelvo a ser un poco lo que fui. Me emociona encontrar gente que comparte recuerdos de mi tierra porque me remite a mi niñez. Y lo que más tengo incorporado es el amor por andar en patas. Recuerdo que era muy lindo salir a caminar descalzo por la vereda, cosa que tuve que dejar de hacer en Buenos Aires. León dice que "en Buenos Aires los zapatos son modernos pero no lucen como en la plaza de un pueblo". Creo que tampoco saben el sabor de andar descalzo y de caminar por el medio de la calle. Es el día de hoy que me cuesta comprarme zapatos porque todos me molestan y no es que tenga los pies curtidos, sino que solamente me incomodan. Mi mamá siempre recuerda que lo primero que hacía al entrar en mi casa era revolear los zapatos por la escalera. Juro que no me acuerdo, pero sigue siendo lo primero que hago. Si es invierno me pongo pantuflas o ando en medias.
Y es que, aunque la genética diga otra cosa y mi crianza también, en el fondo de mi alma, llevo una indiecieta que siempre añora volver a su rama, soy como Macunaíma en São Paulo. El problema es que para irme tengo que encontrar primero mi Muiraquitã.
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