Se despertó y no había nadie. Salió en dirección a su trabajo, pero la ciudad estaba desolada, no había gente en las calles. Un silencio profundo resonaba en sus oídos. Comenzó a correr para combatir esa desesperación y llegó a destino. Nadie. Allí, tampoco estaban sus compañeros ni sus jefes. Comenzó a correr para buscarlo. Los pasillos se convirtieron en largos laberintos. Todo perdía el color y los lugares perdían sus nombres. De pronto, lo vio pasar. Corría frenéticamente como ella, pero parecía no verla, aunque sí buscarla. Ella comenzó a llamarlo y no la oía. Las lágrimas fueron ganando el terreno y comenzó a llamarlo con gritos sordos que le hacían jirones la garganta. Todo ese cansancio hizo que cayera rendida en el más profundo sueño.
Y soñó que era fin de año del 75. Estaban reunidos en un bar y se escaparon. Ella era distinta, su cabello era rubio. Él era el mismo, aunque un tanto mayor y tenía el cabello largo. Ella sollozaba y se apresuraba a besarlo y sentía que la quería. Le pidió que le prometiera que se volverían a ver. Faltaban solo quince minutos para las doce y una iglesia se recortaba de fondo. Ella debía irse con su familia. Mientras, él la miraba con tristeza. Ella insistió. Le dijo "prometeme que vas a volver, aunque sepamos que es mentira, sólo necesito eso". Y él lo prometió y, en esa promesa, se amaron eternamente.
El ruido de una bocina y el rumor de la calle la despertaron en un lecho caliente en una mañana de invierno del 2010. Se preguntó qué día era y percibió que él ya no estaba.
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